HomeALFREDO SINCLAIR, PIONERO DEL ARTE PANAMEÑO

ALFREDO SINCLAIR, PIONERO DEL ARTE PANAMEÑO

Cuando rompió con la figuración, este artista centroamericano se convirtió en el primer pintor de su generación en explorar el expresionismo abstracto. De paso elaboró un etilo pictórico basado en el color como elemento expresivo que causó un verdadero impacto en un ambiente aún habituado a la pintura académica. Panamá, antes de cumplir un siglo de vida republicana, ya había logrado un sitial importante de sus artes plásticas, no sólo a nivel regional sino continental. Y ya desde su independencia, en 1903, se registraron las primeras manifestaciones pictóricas.

Artistas como Roberto Lewis Roberto Lewis, conocido por los frescos del Palacio de las Garzas y del Teatro Nacional, fueron seguidos y admirados por una generación vigorosa que aportó al arte panameño nuevos estilos, otras combinaciones de expresión artística y novedosas técnicas. Entre esos maestros que han hecho conocido y apreciado el arte de su país está el abstraccionista Alfredo Sinclair, quien en 1950 presentó su primera exposición individual y señaló el inicio de la pintura contemporánea en Panamá. Su irrupción en el ambiente artístico tuvo tal importancia que favoreció la presencia de un efervescente movimiento artístico que culminó con la participación de Guillermo Trujillo en la V Bienal de Sao Paulo, en 1959, donde recibió una mención honrosa.

Alfredo Sinclair nació en Colón en 1915 y sus inicios en el arte estuvieron marcados por los sacrificios y el esfuerzo. Durante el día trabajaba doblando tubos de neón en una fábrica, y en las noches asistía al taller del maestro Humberto Ivaldi. Paralelamente tomaba lecciones de canto en el conservatorio nacional de Música. En 1947 viajó a Buenos Aires con solo 600 dólares (producto de la venta de un auto) y se matriculó en la escuela Superior de Bellas Artes Ernesto de la Carcova y consiguió una beca del Ministerio de Educación de Argentina. Fue en ese país donde comenzó a obtener sus primeros reconocimientos, como la Gran Medalla de Estímulo en la Exposición de Artes Plásticas Bodas de Oro Club Moróny el primer puesto como el alumno más sobresaliente de su clase.

En 1950 presentó su primera exposición individual en B.A. y luego regresó a Panamá muy influenciado por los artistas europeos Matisse, Modigliani y Gaugin. En su país siguió ganando reconocimientos y organizando exposiciones. Dos años más tarde comenzó a experimentar y rompió con la figuración a raíz de una cita de Pablo Picasso: “No sé por qué tratan de imitarme cuando hay tantas cosas que están esperando que se hagan”. Así, Alfredo Sinclair se convirtió en el primer pintor de su generación en explorar el expresionismo abstracto y elaboró un estilo pictórico basado en el color como elemento expresivo que causó un verdadero impacto en un ambiente habituado a la pintura académica.

A través de los años, su obra se ha caracterizado por sus evoluciones: trabajo la luz en collages y técnicas mixtas, incursionó en un abstracto lírico en el que utilizó colores brillantes, luego en el figurativismo pero se hizo conocido como el padre de la abstracción panameña. Dijo el crítico de arte José Gómez Sicre: “Entre los distintos períodos por los que su labor ha pasado podemos destacar el de referencias semiabstractas a la congestión urbana, así como a peces, insectos y otros animales. En los años setenta revirtió a la abstracción casi completa, con cuadros evocativos de tablas bíblicas o de paredes de cuevas rupestres. Después de esta etapa comenzaron a aparecer las caras infantiles que se han convertido en una característica reconocible de sus obras. El uso de transparencias y tonos etéreos sugieren la idea de estar frente a vitrales dándole a las composiciones un aire místico”.

Rostros de niños

Alfredo Sinclair , al pintar , no pretende lo espectacular y ruidoso, sino por el contrario: sólo expresar mis emociones y vivencias convirtiéndolas en una realidad plástica con el soporte del color como elementos expresivos. Justamente el color ha sido lo que más lo ha caracterizado. Tanto, que José Gómez Sicre lo cataloga en el grupo de aquellos artistas “que piensan en el color, es decir, en el grupo de aquellos que encuentran ya su perfección en la idea, en el punto de partida y en la forma, que usan el color como instrument”. La luz que el color despide tiene, sin embargo, cuño nacional: es un ser panameño, una expresión del trópico. Según otro crítico, Pedro Correa Vásquez, “el universo de Sinclair evita la penumbra que acecha y entona un canto en nombre de la vida. Eso porque es una pintura cuyos protagonistas, niñas con una dulce tristeza, recogen la pureza del artista y esa pureza nos llaga y ensalza nuestras almas”.

En el catálogo de una exposición realizada por el pintor en el Museo de Arte Contemporáneo de Panamá titulada “Alfredo Sinclair. El camino de un maestro”, este mismo crítico manifestó que frente a las obras sentía la presencia de un paraíso conformado por flores, mariposas y peces que acompañaban a estos seres inocentes que irradiaban la luz más prístina, y donde siempre hay en las figuras algunos fragmentos que parecen iluminar al mundo con luz propia.


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