Andrés de Santa María fue el primer artista moderno de Colombia y posiblemente el pintor más enigmático, incomprendido y mitificado del siglo XX. Aunque algunos historiadores han afirmado que su presencia fue efímera, que su obra nada tuvo que ver con el país y que no dejó seguidores, lo cierto es que sus estudiantes de la Escuela de Bellas Artes de Bogotá recordarían largamente sus enseñanzas (como algunas de sus obras testimonian), allanando el camino para la construcción de una nueva sensibilidad y la instalación de una modernidad plena.
Santa María, nacido en Bogotá en 1860 y perteneciente a una rica y cosmopolita familia local, partió a Inglaterra a la edad de dos años con sus padres y hermanos. Luego de estudiar en la Escuela de Bellas Artes de París y con el bagaje europeo a cuestas, regresó a Colombia en 1893 en compañía de su esposa, su prima-hermana Amalia Bidwell Hurtado, con la intención de construir su hogar, criar sus hijos, arreglar negocios familiares (agropecuarios, industriales y bancarios) y dedicarse a la enseñanza de pintura en la recién creada Cátedra de Paisaje de la Escuela de Bellas Artes de Bogotá. Allí entró a reemplazar al fallecido profesor español Luis de Llanos, y en donde compartió docencia con el también español Enrique Recio y Gil, de quienes podremos apreciar algunas de sus pinturas.
Durante esta primera etapa en Colombia (1893-1901), Santa María introdujo los avances de la pintura impresionista: pincelada pastosa, rapidez en la ejecución, colores puros, pintura al aire libre, bordes inacabados, aspecto abocetado, el reflejo de la luz a diferentes momentos del día y la preocupación pictórica por la vida íntima, tematizando su propio entorno doméstico, algo sin precedentes en la pintura local. Estas influencias ayudan a explicar que haya representado repetidamente a su esposa, hijos, sobrinos, primos y amigos más cercanos, cada cuadro con tres o cuatro versiones. La preocupación por “lo íntimo”, persistiría larga y poderosamente en las obras de su amigo, el artista Fídolo González Camargo.
En Santa María, la posición acomodada y las conexiones sociales fueron dos factores que le permitieron explorar libremente la pintura, sin preocuparse por la recepción crítica de su obra o sin corresponder al gusto santafereño predominante. Por ello, conservó para sí la mayoría de sus obras colombianas: no vendió o regaló más de quince obras. Sus enseñanzas influyeron sobre algunos de sus contemporáneos y sucedáneos, como Roberto Páramo, Eugenio Peña, Eugenio Zerda, Domingo Moreno Otero y Francisco Antonio Cano, quien no sólo dibujó un retrato de Santa María, sino que lo recordó amablemente en una entrevista tardía, y seguiría algunas de sus lecciones en dos de sus obras cumbres: Crepúsculo (1912) y La voluptuosidad del mar (1924), incluidas en la exposición.
Santa María pasó unas largas vacaciones en Europa (1901-1904) y regresó para ser nombrado director de la Escuela de Bellas Artes de Bogotá, cargo que desempeñó hasta 1911. Durante sus vacaciones en el Viejo Mundo, su pintura se contagió del simbolismo, el fauvismo, el postimpresionismo y el expresionismo de París, Londres y Bruselas. Sin embargo, a su regreso a Colombia, estas influencias no fueron trasportadas literalmente (“europeizando” el arte colombiano), por el contrario, fueron transformadas por el universo local, una altiplanicie fría y solitaria de ambientes domésticos oscuros, cortinajes pesados, abolengos extintos, cacicazgos conservadores y referencias hispánicas. La preocupación por la naturaleza, con sus representaciones de paisajes terrestres y lacustres, solitaria o con animales, se inició durante su permanencia en el país y se mantuvo largamente durante sus años belgas (1912-1945). Incluso, el artista prefería los marcos de manufactura colonial neogranadina para enmarcar sus pinturas. Santa María partió de Colombia en 1911, país al que nunca más regresó, y se estableció con su familia en Bruselas (Bélgica) hasta su fallecimiento en 1945.
La exposición Andrés de Santa María: los años colombianos, 1893-1911, revisará los años de permanencia del artista en el país, su preocupación por la naturaleza y la vida íntima, su influencia (explícita o tácita) sobre otros pintores de la época y la forma en que Colombia influyó en su obra posterior en Bélgica. Así mismo, la exposición contará con la participación de cuatro artistas contemporáneos, invitados a intervenir el espacio del Museo; ellos pondrán en diálogo las preocupaciones del arte de nuestro tiempo con las inquietudes de Santa María y su época: José Luis Bongore (Málaga-España, 1979), Nicolás Gómez Echeverri (Bogotá, 1984), Andrés Orjuela (Bogotá, 1985) y Andrés Matías Pinilla (Bogotá, 1988). Esta exposición ha sido producto de un premio concedido por la I Convocatoria de Proyectos de Curaduría del Museo de Arte Moderno de Bogotá, que cuenta con el apoyo de la Fundación Gilberto Alzate Avendaño y la Alcaldía Mayor. El libro, que recogerá una larga investigación de cuatro años, saldrá próximamente bajo los auspicios de la Fundación Proyecto Bachué.
Halim Badawi
Curador de la exposición.
Fuente: Mam Bogota