HomeMéxico Moderno Vanguardia y Revolución en MALBA, ARGENTINA.

México Moderno Vanguardia y Revolución en MALBA, ARGENTINA.

03.11.2017— 19.02.2018
Curadoras: Victoria Giraudo (Malba), Sharon Jazzan y Ariadna Patiño Guadarrama (Munal)
Sala 5, nivel 2. Sala 3 – Silvia Braier, nivel 1
La muestra México moderno. Vanguardia y revolución traza el desarro

La muestra México moderno. Vanguardia y revolución traza el desarrollo de las diferentes propuestas estéticas modernistas que tuvieron lugar durante la primera mitad del siglo XX en México. El recorrido está compuesto por un conjunto de 170 piezas emblemáticas de más de 60 artistas, incluyendo a los más grandes maestros del período: Dr. Atl, Miguel Covarrubias, Saturnino Herrán, María Izquierdo, Frida Kahlo, Agustín Lazo, Diego Rivera, José Clemente Orozco, Antonio Ruiz “El Corcito”, David Alfaro Siqueiros, Remedios Varo y Ángel Zárraga, entre otros, muchos de los cuales se exhiben por primera vez en nuestro país en una exposición sin precedentes.

La selección de obras pretende dar cuenta de la búsqueda de una auténtica mexicanidad y del modo en que los intereses vanguardistas y revolucionarios cambiaron el rumbo de las artes. Muestra también la fuerza y la solidez del período moderno en México, en el que lo folklórico –que persiste desde épocas precolombinas y es parte indisoluble de la vida cultural del país– se volvió un sello identitario. Las obras exhibidas son prueba de que la vanguardia local no fue una mera imitación de lo sucedido en Europa, sino una reelaboración que precisamente incorporó los elementos de la cultura local. En este proceso fue crucial el papel de la ciudad, estridente y cosmopolita, repleta de artistas e intelectuales que se nutrieron de lo autóctono, de las costumbres y festividades populares y religiosas, de la temática indigenista, de los conflictos de clases y de la activa vida social y política.

El arte mexicano de la primera mitad del siglo XX es reconocido principalmente por sus contribuciones en torno a la pintura monumental, el muralismo impulsado por el triunfo de la Revolución que promovió un proyecto de construcción de la nación moderna. “Si bien el muralismo es un referente primordial del periodo, y la exposición incluye algunos ejemplos de pintura monumental transportable, buscamos también indagar en los múltiples mecanismos de interrelación y sinergia que se dieron entre las diversas manifestaciones culturales de la época. Por lo tanto, se exhiben propuestas emergentes de la literatura, la música, el cine y la cultura en general, que son vitales para la comprensión de las artes plásticas del periodo en un contexto amplio”, sostiene la curadora Victoria Giraudo.

El proyecto busca, además, revisar y reflexionar sobre algunos presupuestos que ordenaron la historia del arte para revalorizar la producción y el accionar de artistas mujeres que fueron marginalizadas del relato canónico y, de este modo, reposicionarlas como auténticas protagonistas en la escena cultural. Las manifestaciones en torno a la búsqueda identitaria y la valoración de lo propio no se ciñeron exclusivamente a las artes plásticas, pero tampoco al ámbito mexicano. Las piezas incluidas en la exposición –pinturas, esculturas, dibujos, grabados, objetos populares, revistas, fotografías y documentación– resaltan también este último aspecto, mostrando las relaciones entre los principales exponentes de la cultura mexicana y la intelectualidad de avanzada del resto del cono sur.
Organizada junto al MUNAL, Museo Nacional de Arte (México)

Núcleos temáticos

I. Modernidad cosmopolita
A principios del siglo XX, en el contexto de la renovación de las academias de arte, los artistas mexicanos –al igual que los de otros países de Latinoamérica– comenzaron a viajar y a generar diálogos y vínculos con Europa, con sus intelectuales y artistas y con las propuestas de las vanguardias. Las diferentes corrientes modernistas promovían un rechazo del pasado y un culto al progreso, y, con ellos, la búsqueda de una renovación radical. La ciudad de México, repleta de avances técnicos, se transformó en una urbe vertiginosa. La sociedad vivió un nuevo estilo desenfadado y hedonista que daba cabida, entre otras corrientes, a la liberación protofeminista. Esta vorágine sensorial e intelectual fue motivo central de las representaciones estéticas modernas, tanto en las artes plásticas –incluida la fotografía–, como en la literatura, la música y el cine.

Esta sección presenta ejemplos del simbolismo finisecular, seguidos de otros relacionados con la configuración del modernismo cosmopolita mexicano, dentro del cual se destaca uno de los movimientos más activos, anti-institucionales y plurales: el estridentismo, planteado como “vanguardia actualista” que adoraba el futurismo de la urbe y que, con un manifiesto publicado en 1921, hacía un llamamiento a “crear y no copiar” modelos ajenos.

II. Revolución social
Toda la vida del México moderno estuvo marcada por Revolución de 1910-17: ella posibilitó el reconocimiento de las garantías sociales, los derechos laborales colectivos y una revalorización del mundo indígena, a partir de la cual brotó el inconsciente olvidado de la raza y el impulso por conocer la propia historia. Con Álvaro Obregón como presidente electo en 1920, México comenzó una época de reformas e institucionalización que se extendió hasta alrededor de 1940. Las reivindicaciones sociales influyeron fuertemente en la estrategia política educativa y artística de su Secretario de Cultura, José Vasconcelos, cuya gestión tuvo como objetivo consolidar la identidad cultural mexicana. Gracias a sus políticas, la pintura mural del país adquirió trascendencia y calidad universales, en parte porque contó como soporte con los edificios de la nación, alejados de los museos elitistas, en los que trabajaron pintores mexicanos y extranjeros como Diego Rivera, José Clemente Orozco, David Alfaro Siqueiros, Roberto Montenegro, Xavier Guerrero, Jean Charlot (francés), Carlos Mérida (guatemalteco) e Isamu Noguchi (japonés), entre otros

Esta sala se inicia con la obra de Francisco Goitia, uno de los precursores del modernismo, quien experimentó la violencia de la Revolución en carne propia y luego la relató en bocetos y fotografías de murales, y comprehende algunas obras fundamentales de los grandes maestros que retratan la problemática político-social del período.

III. Cultura popular
A partir de 1921, con el objetivo de promover y desarrollar la educación artística, José Vasconcelos ideó un plan sistemático de arte mexicano de inspiración popular, que tenía además como objetivo la integración racial. A su cargo estuvo el artista Adolfo Best Maugard, quien promulgó la implantación de una estética nacional e impulso, desde 1922, un método de enseñanza artística primaria basado en el estudio de los motivos decorativos de los objetos populares precolombinos como un arte genuinamente mexicano. A partir de 1924 lo sustituyó en el cargo el pintor Manuel Rodríguez Lozano, quien renovó el método al sumar la inspiración de los exvotos religiosos, de composición libre.

En esta sala se ven ejemplos relacionados con la búsqueda identitaria a través de elementos populares, relativos al indigenismo y a lo “auténtico” mexicano, que se reivindicaron para plantear una modernidad extendida a todo el país, y ya no solo en la capital. En estas obras se observa la manera en que las raíces aborígenes impregnaban las festividades populares y el sincretismo religioso, que mixturaba los rituales paganos con los católicos: los carnavales, el culto a la muerte, las danzas, el folclore, las máscaras y los trajes típicos de los diferentes pueblos como símbolo mexicano, lo telúrico en el alma de los antepasados y el “espíritu” de la nación en relación con la historia cultural del país.

IV. Experiencias surrealistas
El surrealismo fue un movimiento literario y plástico que proponía revolucionar la experiencia humana al rechazar la visión racional en pos de la expresión auténtica y automática del inconsciente (incluidos los sueños), fuera de toda preocupación estética o moral. Comenzó en París en 1924, con la publicación del Primer Manifiesto Surrealista, escrito por André Breton, y adquirió un carácter internacional con fuertes repercusiones fuera de las fronteras francesas. Pero la situación en México era muy diferente de la de otros países, ya que este tipo de expresión, auténtica, desprejuiciada y casi salvaje, existía allí desde épocas ancestrales. Las raíces y tradiciones del mundo prehispánico –repletas de elementos míticos y totémicos, animales y frutos fantásticos, imponentes arquitecturas simbólicas regidas por diferentes cosmogonías–, sumadas a las tradiciones religiosas virreinales, se fundían en festividades, retablos, exvotos, altares y una vasta iconografía popular. Estos elementos, unidos al simbolismo de principios de siglo –que ya preanunciaba un gusto por lo macabro y lo sexual– y al reposicionamiento de la mujer moderna y su sensualidad, aparecieron potenciados en los años 30. Así lo muestran las experiencias con el surrealismo de artistas como Agustín Lazo, Frida Kahlo o María Izquierdo, entre otros.

En 1938, desde territorio mexicano, el propio Breton afirmó: “México es el país más surrealista del mundo”. Poco después llegarían para quedarse un grupo de artistas e intelectuales surrealistas que huían de Europa a causa de la Guerra. Remedios Varo y Benjamin Peret, Leonora Carrington, Wolfgang Paalen y Alice Rahon, José y Kati Horna, Gunther Gerszo, entre otros, descubrían un país que incitaba a la exploración del inconsciente y en el que afloraba un arte poderoso y mágico. Así, en una fusión entre lo europeo y lo autóctono, el surrealismo se convirtió en una alternativa al muralismo nacionalista.

Imagen: Frida Kahlo. Fulang-Chang y yo,1937.
© 2017 Banco de México Diego Rivera Frida Kahlo Museums Trust, Mexico, D.F. / Artists Rights Society (ARS), New York

Fuente:malba.org.ar

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