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CLAUDIO BRAVO, de Chile

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98rf0En Chile a Claudio Bravo lo consideran casi un capítulo aparte de la pintura contemporánea nacional. Eso porque siempre ha trabajado fuera de las vanguardias como si el tiempo en su taller no pasara y como si las nuevas tendencias y nuevas generaciones no lo afectaran.

Sus óleos sobre tela han sobrepasado el millón de dólares en las subastas de Nueva York, mientras él divide su vida entre el sur de Chile y Tánger. Dona esculturas clásicas al Museo del Prado y viaja a Estados Unidos para inaugurar exposiciones. Así es la vida de Claudio Bravo, uno de los artistas chilenos con mayor fama internacional y considerado, junto con el español Antonio López, cumbre del hiperrealismo universal.
En Chile a Bravo lo sitúan como un capítulo aparte de la pintura contemporánea nacional. Eso porque siempre ha trabajado fuera de las vanguardias como si el tiempo en su taller no pasara y como si las nuevas tendencias y generaciones no lo afectaran. El sigue demostrando su impresionante habilidad con el pincel y el color y trabajando temas que han pasado desde la mera representación visual de objetos hasta motivos de contenidos más simbólicos. Todos con una pericia tan impresionante que en sus obras no se aprecia ni un rastro de manualidad.98rf1
Esa característica en los trabajos de Claudio Bravo han hecho que su éxito comercial sea arrollador y que sus exposiciones sean visitadas por gran cantidad de público. Tanto que ninguna muestra en Chile ha podido superar en entradas cortadas a la que Bravo abrió hace algunos años en el Museo Nacional de Bellas Artes. Eso, dicen, es porque su trabajo gusta al grueso de la gente, impresiona y complace a los que poco y nada saben de pintura. Sus obras no cuestionan, no inquietan, pero comunican y otorgan paz y tranquilidad, dos elementos cada día más lejanos en el mundo moderno.
Claudio Bravo nació en Valparaíso el 8 de noviembre de 1936 y desde muy temprana edad manifestó interés por el trabajo de los grandes pintores universales como Rafael Sanzio, Rembrandt, Tiziano, Francisco de Zurbarán y por supuesto Diego Velázquez. Estudio, como gran parte de los realistas chilenos, con Miguel Venegas Cifuentes (1907’1979), un artista’arquitecto cuyas obras se caracterizaron por su riguroso reflejo de la realidad y pulcritud. Una vez concluidos sus estudios con este maestro, Bravo comenzó a hacerse conocido en las altas esferas sociales tanto de Santiago como de Concepción por sus bien logrados retratos. Realizó su primera exposición en 1954 y en los años siguientes hizo trabajos en danza y teatro: bailó profesionalmente en la Compañía Ballet de Chile y trabajó en el Teatro de Ensayo de la Universidad Católica. Luego, partió a Europa, donde se impuso como retratista de sociedad y expuso en la quinta versión de Documenta (1972) de la ciudad alemana de Kassel. Ese mismo año, compró una casa en Tánger y se trasladó, quizá para sentirse libre de las presiones sociales que lo ataban en Madrid. En Marruecos cambió drásticamente los temas de sus obras y se fijó en el exotismo de ese país africano: pintó babuchas, hombres con turbantes y mujeres con sus clásicos velos en la cara, rostros árabes e instrumentos musicales.
98rf2En los años posteriores, Bravo accedió al medio artístico norteamericano: a principios de los 80 expuso en la prestigiosa galería Marlborough de Nueva York, sala que lo representa y promueve su trabajo hasta el día de hoy. Ya en los 70 había expuesto por primera vez sus paquetes, los que todavía suelen dar sorpresas comerciales en los remates de pintura latinoamericana.
Lejos de lo que pudiese pensarse, Claudio Bravo también suele sorprender. La última vez lo hizo con una exposición itinerante en la que presentó una temática que jamás se le había visto y que fue muy bien criticada por los expertos. Se trata de óleos donde los protagonistas no son sus sobreexpuestas esculturas clásicas, ni libros de arte, plantas, o cajas de nácar, sino simplemente telas con sus colores fuertes, dobleces, arrugas y hasta pelusas. Se trata de paños que a muchos les recordaron los linos fabricados en el sur chileno y a otros les evocaron más bien una religiosidad casi conventual. 
Hubo hasta de los que asociaron ese tema a la educación de Bravo, en un prestigioso colegio santiaguino de la Compañía de Jesús. ‘Sin perder su identidad visual, las sencillas telas adquieren a veces una monumentalidad abstracta. Al mismo tiempo, se diría que son la última y más moderna encarnación de esa larga estirpe de vestimentas y cortinajes que recorre la historia de la pintura; pero ahora libres, emancipadas de todo contexto’, dijo un comentarista ante la muestra en la sala A.M.S. Marlborought de Santiago.

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