Las obras de este artista ( que murió el año 2017, a los 92 años, junto a su esposa en un accidente en su casa) se sitúan entre la abstracción y el cubismo. También confiesan influencias de Joan Miro, de Klee y de culturas prehispánicas. Fue reconocido internacionalmente como uno de los más importantes exponentes del arte abstracto en América Latina.
A pesar de ser un pintor cosmopolita que trabajó y expuso en cientos de ciudades del mundo, Szyszlo siempre miró sus raíces, lo que resultaba prodigioso en un mundo que cada día iba perdiendo los valores. La razón de esto está, quizá, en el hecho de que se formó como artista en una época en que primaba la idea de la autenticidad.
Pese a reconocer que no servían de mucho los homenajes, recibió muchos a lo largo de su carrera. “Estoy muy agradecido que a alguien se le ocurra hacerme un homenaje pero no tiene otro objeto que reconocer de alguna manera el trabajo que uno ha hecho durante tantos años, sin calificarlo. Mi cuadro más viejo es del año 45, o sea que son 72 años, ¡qué horror! Nunca he dejado de pintar, nunca…” reconoció en una extensa entrevista que ofreció al diario peruano El Comercio donde también calificó de “estafa” al Arte Contemporáneo.
El conocido escritor peruano Mario Vargas Llosa piensa que la pintura en América Latina ha estado siempre amenazada por dos clases de frustración: el aldeanismo y el cosmopolitismo. La primera, dice el autor de “ La ciudad y los perros”, es una esclavitud a lo local, una asfixia que resulta de volar demasiado bajo, de confundir la rama con el bosque, de convertir la creación plástica en una artesanía y en un folklore, en la fábrica de objetos pintorescos. La segunda, en cambio, la define como una esclavitud a lo universal, una asfixia por exceso de imitación y falta de invención, “por disolverse dentro de lo impersonal, en esa rauda mudanza de caprichos que los grandes centros culturales proponen”. Según Vargas Llosa muy pocos pintores han conseguido conjurar ambos peligros creando una obra desdeñosa de ambas actitudes, y su compatriota Fernando de Szyzslo es uno de ellos.
Esa opinión del escritor es compartida por la mayoría de los que conocen la obra del pintor peruano. Todos destacan que De Szyszlo mezcla lo moderno con lo antiguo excelentemente y que “ tendió un puente entre la abstracción europea y la artesanía prehispánica”. Incluso hay críticos que hacen notar que la máxima hazaña del artista es haber conseguido imprimir un acento peruano en un arte aparentemente desenraizado.
Las obras de este artista, hoy internacionalmente conocido, se sitúan entre la abstracción y el cubismo. También confiesan influencias de Joan Miró, de Klee y de culturas prehispánicas. “En sus telas están presentes la economía de medios, la pureza y levedad de formas, la sobriedad del diseño, la suavidad de los arenales de Chancay y Lurín, y el misterio del mar”, dijo un experto.
En sus obras, Szyszlo habla del hombre moderno e interpreta a ese ser cargado de dudas y experiencias, el que “ pinta al hombre que busca el significado de un misterio oculto, la verdad de la contingencia y de lo sagrado en un mundo donde se producen todos los sacrificios y donde se hacen necesarias ofrendas para acercarnos a lo que no tiene explicación. Y en esas formas cargadas de sentido palpita la angustia, que es una experiencia densa”, opinó Ana María Escallón, cuando era directora del Museo de Arte de las América con sede en Washington.
El perfil de un latinoamericano. Szyslo llegó a Europa cuando la escena cultural estaba dominada por los existencialistas. En el viejo continente conoció al apóstol del surrealismo, André Bretón, quien siempre fue un admirador de las tradiciones arcaicas, en especial de las latinoamericanas. Luego viajó a Italia donde se familiarizó con las obras de los fundadores de la tradición pictórica. En un principio copió, a modo de ejercicio, las grandes pinturas florentinas y luego desarrolló los planteamientos artísticos del cubismo, regionalismo latinoamericano, nacionalismo mexicano e informalismo europeo hasta que encontró una forma personal y única de expresarse.
“Como la mayoría de los artistas y poetas latinoamericanos en las grandes capitales de Europa, tenían que tocar fondo para descubrir su propio mundo interno. Y por eso la estadía en Europa lo había llevado a ser lo que era: un pintor que siempre busca expresar su yo; un híbrido y excitado que buscaba la verdad de su existencia no sólo como un universalista moderno, sino también como un hombre criado en un cierto lugar rico en tradiciones artísticas” recordó Dore Ashton la gran historiadora estadounidense, especializada en arte; escritora y crítica, alma y musa de la Escuela de Nueva York, amiga de los grandes pintores del Expresionismo Abstracto americano y gran conocedora de Iberoamérica y su cultura pictórica, política y literaria, quien falleció a 89 años también el año 2017.
Con esto, la experta no quiso decir que Szyszlo se dedicara al indigenismo. No, porque el trabajo de este pintor está a años luz del folklorismo. En sus pinturas hay altares ceremoniales, suertes de escalinatas de templos prehispánicos, referencias de cuchillos, de los colores de los textiles. Pero a pesar de esas alusiones, la pintura de Szyszlo no puede ser culpada de localista: “ En cada obra hay signos que muestran cómo el artista se encuentra en todo el universo buscando analogías”, concluía Ashton.
Créditos: artishockrevista.com