Luz Jiménez, cuyo verdadero nombre es Julia Jiménez González, fue la inspiradora para obras fundamentales del Arte Latinoamericano como La Moledora, La Vendedora y La Maestra Rural, de Diego Rivera; La Malinche, de José Clemente Orozco; La Madre Indígena, de la mítica fotógrafa Tina Modotti y La Mujer de la Mandolina, de Rufino Tamayo.
Así como Degas se fascinaba con las bailarinas clásicas y las lecciones de danza, Henri Toulousse Lautrec lo hacía con las de cabaret, esas muchachas algo escotadas que al ritmo de la música levantaban faldas y mostraban sus estilizadas piernas. Tenía sus preferidas y una de ellas era la goulue, o la glotona. Se trataba de una muchacha que había sido lavandera y planchadora de los barrios bajos de la capital francesa y que llegó a ser la mejor bailarina de Montmartre.
¿Por qué los pintores suelen fascinarse con seres tan dísimiles a las modelos de publicidad? La respuesta no es complicada: simplemente porque buscan expresión, plasticidad, ojos que comuniquen, rasgos especiales sean o no acordes con los cánones occidentales de belleza. La goulue tenía todas esas características como también una tendencia increíble a engordar. Gala Dalí tampoco era mujer extraordinariamente bella y las malas lenguas decían que también carecía de la más minima gota de simpatía pero el surrealista se fascinó con ella a tal punto de pintarla hasta el cansancio.
En el arte latinoamericano también hay ejemplos de modelos recurrentes en la obra de un pintor determinado: el chileno Camilo Mori pintó a su esposa, una elegante dama de atractivos y nostálgicos ojos; Frida Kahlo encontró que sus propios rasgos y sus cejas enormes eran lo que quería llevar a la tela. Pero, sin duda, la modelo de arte más utilizada de América Latina es Luz Jiménez. Como las anteriormente nombradas tampoco era una mujer muy hermosa aunque sí atractiva: piel morena, rasgos indígenas, pelo oscuro acomodado en trenzas largas, cara redonda, manos ásperas y ojos negros y extraordinariamente expresivos. Y así fue y aún es la mujer más pintada de México y, lo más probable, de todo el continente.
Luz Jiménez, cuyo verdadero nombre es Julia Jiménez González, fue la inspiradora para obras fundamentales como La moledora, La vendedora y La maestra rural de Diego Rivera; La maliche , de José Clemente Orozco, La madre indígena de la mítica fotógrafa Tina Modotti y La mujer de mandolina, de Rufino Tamayo. Además,fue modelo en repetidas ocasiones de Jean Charlot, Edward Weston, Alva de la Canal, Fernando Leal y el escultor Ignacio Asúnsulo, entre otros. Así las facciones de esta mujer indígena aparecen en más de 50 murales, media docena de monumentos arquitectónicos, incontables obras de caballete, esculturas, dibujos y fotografías. Tan importante fue para el arte mexicano que hace un par de años se le dedicó una completa exposición en el Museo casa estudio Diego Rivera y Frida Kahlo que se tituló Doña Luz Jiménez: símbolo de un pueblo milenario.
Esa muestra no sólo sirvió para dar cuenta de la cantidad de obras de arte en la que Luz también participó, sino también para resaltar su figura arquetípica de mujer indígena mexicana y su vida, ejemplo de esfuerzo, superación y abnegación. Eso porque a pesar de ser una modelo de éxito entre los artistas de la escuela mexicana de pintura, Luz jamás se aprovechó de eso. Todo lo contrario, siempre sobrevivió de su trabajo y de la venta de sus artesanías.
Su existencia es digna de novela y de los relatos más enternecedores. Luz nació en la comunidad nahuati de Milpa Alta el 28 de enero de 1897. Allí, en su lugar de nacimiento, fue donde cursó los primeros años de primaria con el ferviente deseo de convertirse en maestra rural. Sus deseos se truncaron con la Revolución Mexicana, ya que tanto los zapatistas como los federales convirtieron la zona en un verdadero campo de batalla y su padre perdió la vida. Así, ella, su madre y tres hermanas llegaron a Ciudad de México, donde sobrevivieron comprando y vendiendo vegatales, frutas, flores, tortillas, tamales, pan, atolos y artesanías.
Según su nieto, Jesús Villanueva, dos acontecimientos cambiaron la vida de Luz JIménez.. El primero fue el cambio de mirada que tuvieron los artistas después de la Revolución, ya que vieron a los indígenas como héroes y como emblemas de a nación. El segundo fue el triunfo de doña Luz en el concurso de belleza indígena Izcalichpochtzintli por lo que empezó a ser solicitada para que posara en distintas academias de arte. Aunque también existe la versión de que un día doña Luz caminaba por las calles del centro de la ciudad y vio un anuncio de trabajo. Ella preguntó que había que hacer y le respondieron “Nada, solo quedarse quietecita”. Así entró a la famosa Academia de San Carlos.
La notable es que doña Luz no sólo fue modelo de artistas sinoque también trabajó como sirvienta, cocinera, guía de turistas y traductora. Fue informante en lengua náhuati del lingüista Benjamín Lee, autor de dos libros sobre el tema y también colaboró con el rector de UNAM Mariano Silva en el Instituto Mexicano de Investigaciones Linguísticas. En 1925 tuvo una hija (Conchita) con la cual fue retratada en varias ocasiones, especialmente por Tina Modotti. Justamente la obra Madre indígena consiste en una instantánea de Luz amamantando a su retoño.